La actual pandemia ha implicado un corte, un estado excepcional que está modificando los hábitos de las sociedades contemporáneas. Esta situación, afecta de forma diferente a continentes, países, ciudades, sectores sociales y, muy particularmente, a las mujeres, niñas, niños, niñes, disidencias sexuales y de género.
En momentos de crisis se reafirma la violencia y desigualdad de género, en sus diferentes aristas. Violencia potenciada por un orden económico neoliberal que, en su fantasía de hiperabundancia y omnipotencia individualista, ha desconocido la centralidad de la justicia social y reproductiva, los derechos laborales, sociales y humanos. Así, la división sexual del trabajo se extrema en las labores reproductivas y productivas de las mujeres. El trabajo de las mujeres, especialmente populares y racializadas, se ha evidenciado como el más precarizado. Del mismo modo, el confinamiento en el hogar, además de sobreexigir a las mujeres, se vuelve un espacio donde se amplifican los abusos y violencias sexuales y de género. El “quédate en casa” se vuelve perverso. No olvidemos que las denuncias telefónicas al 1455 por violencia intrafamiliar aumentaron un 70% a fines de marzo, y se espera un aumento del 30% de los casos. Los femicidios, en tanto, también van en aumento constante (16 a la fecha).
Organizaciones de mujeres y feministas han alertado al respecto y demandado al Estado la urgencia de una agenda de género en la pandemia, de una institucionalidad que debe ser fortalecida de forma inmediata, ahora ya, para velar por los derechos y vidas de las mujeres. Al respecto, es preocupante y alarmante que el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género no tenga una orientación clara en esto. Es además indignante y repudiable que se haya nombrado a Macarena Santelices como nueva ministra, pues no cumple con los requerimientos mínimos que este cargo exige en un momento tan crítico como el actual, y en el contexto de la crisis social y política desde octubre de 2019. Además, es alguien que encarna los principios opuestos a los que una cartera de ese tipo supone, en cualquier gobierno de turno. Este diagnóstico no es antojadizo, baste considerar la trayectoria y las opiniones públicas de la nueva ministra. Por lo mismo, la lúcida y potente Declaración Pública Feminista que agrupa a diversas organizaciones bajo el #NoTenemosMinistra.
El gobierno ha confiscado el privilegio de tener todas las respuestas frente a la pandemia, toma medidas económicas, sanitarias y educacionales, que evidencian una clara tendencia por privilegiar la economía de las minorías por sobre la salud y la vida de las mayorías sociales del país.
De esta manera, y en un contexto altamente incierto, la ciudadanía ha comprendido de forma responsable que solo la ciudadanía se cuida a sí misma, “entre nosotras nos cuidamos”. Nos comprometemos con las decisiones colectivas y redes democráticas, únicas que harán posible la mejor forma, y el menor riesgo humano, para sobrellevar y transitar este periodo de urgencias. Experiencia que nos obliga a detener y resistir el paso acelerado y cruel que nos ha impuesto el neoliberalismo patriarcal.
SUSCRIBEN:
CENTRO DE ESTUDIOS DE GÉNERO Y CULTURA EN AMÉRICA LATINA (CEGECAL) Y DIRECCIÓN DE GÉNERO Y DIVERSIDAD SEXUAL (DIGENFIL) DE LA FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE.